7.10.09

El barrendero

Era lunes. Salí de la oficina feliz de poder llegar a casa. Había llovido bastante esa tarde, pero por dicha cuando me dirigía a tomar el autobús, había cesado. Las calles estaban repletas de gente, como es lo usual a esas horas; todos tienen prisa en terminar su día laboral y regresar a sus hogares. Todos, hasta el barrendero.
Estaba en la esquina noroeste de una neogótica iglesia capitalina, justo en la esquina, con su escobón y pala, y su carrito para recoger la basura a su lado. Lo vi afanado en su tarea que no lo noté hasta que alguien dijo: -"mirá!"... El barrendero estaba barriendo, sí, pero la basura la estaba barriendo directo en la alcantarilla.
Tal vez no tenía su pala al alcance. Tal vez tenía pereza. Quién sabe! La mirada atónita de los transeúntes que se percataban de lo que estaba él haciendo no le incomodó en lo más mínimo. Pronto volvería a llover de nuevo, pero esta vez se inundarían las calles gracias a la ignorancia, indiferencia o simplemente a la prisa de un ciudadano más que quería terminar lo más pronto posible su jornada laboral sin importarle un bledo lo que le costará al bolsillo de todos los demás su peculiar barrido.

Ellos siguen los Zapatos Rojos

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